El sol de mayo iluminaba las calles de Roma mientras nos preparábamos para nuestro tercer día en la Ciudad Eterna. Con la emoción a flor de piel y acompañados por nuestros primos de Brasil, nos dirigimos hacia nuestro primer destino: los Museos Vaticanos.
Museos Vaticanos: Un viaje a través del arte y la historia #
Llegamos puntualmente a las 9 de la mañana, entradas en mano, listos para sumergirnos en uno de los complejos museísticos más impresionantes del mundo. Los Museos Vaticanos son, en realidad, una colección de museos y galerías que albergan algunas de las obras de arte más importantes de la historia de la humanidad.
Nada más entrar, quedamos maravillados por la majestuosidad del lugar. Las paredes y techos, adornados con frescos y obras de arte, nos daban la bienvenida a un viaje que nos llevaría a través de siglos de historia y creatividad humana.
Comenzamos nuestro recorrido por la Galería de los Mapas, un pasillo de 120 metros de largo decorado con mapas geográficos de Italia del siglo XVI. La precisión y el detalle de estos mapas, creados mucho antes de la era de los satélites, son verdaderamente asombrosos.
Continuamos hacia las Estancias de Rafael, una serie de habitaciones papales decoradas por el gran maestro renacentista y sus discípulos. La Escuela de Atenas, quizás el fresco más famoso de estas estancias, nos dejó sin aliento con su representación de los grandes filósofos de la antigüedad.
La Galería de los Candelabros, con sus esculturas clásicas y candelabros monumentales, nos transportó a la antigua Roma. Cada paso que dábamos nos revelaba nuevas maravillas, desde tapices medievales hasta esculturas helenísticas.
Sin embargo, no todo fue perfecto. En medio de nuestra fascinación por el arte, vivimos un momento de pánico cuando nuestra prima se dio cuenta de que había perdido su teléfono en el baño. A pesar de nuestros esfuerzos y la ayuda del personal del museo, no logramos recuperarlo. Fue un golpe duro para ella, ya que se quedó sin móvil para el resto del viaje, pero intentamos no dejar que este contratiempo empañara nuestra experiencia.
La Capilla Sixtina: La cumbre del genio humano #
Y entonces, casi sin darnos cuenta, nos encontramos ante la joya de la corona: la Capilla Sixtina. Nada te prepara para el momento en que levantas la vista y te encuentras cara a cara con los frescos de Miguel Ángel.
El techo de la Capilla Sixtina es una obra maestra que desafía la comprensión. Las escenas del Génesis, pintadas por Miguel Ángel entre 1508 y 1512, parecen cobrar vida ante nuestros ojos. La creación de Adán, con los dedos de Dios y el hombre a punto de tocarse, es una imagen que se ha grabado en la memoria colectiva de la humanidad.
Pero el techo es solo el comienzo. En la pared del altar, El Juicio Final nos sobrecogió con su escala y su intensidad emocional. Pintado por Miguel Ángel casi 30 años después del techo, esta obra monumental representa el juicio de la humanidad al final de los tiempos.
Pasamos lo que pareció una eternidad en la Capilla Sixtina, absorbiendo cada detalle, cada figura, cada pincelada. El silencio reverente que reinaba en la sala, solo interrumpido por los ocasionales murmullos de asombro, añadía a la atmósfera de trascendencia.
Un almuerzo improvisado y un malentendido divertido #
Tras salir de los Museos Vaticanos, con la mente rebosante de arte y la historia, el estómago nos recordó que era hora de comer. Encontramos un pequeño restaurante de comida para llevar cerca del Vaticano. Un plato de pasta, sentados en la calle, con la cúpula de San Pedro de fondo. A veces, los momentos más sencillos son los que se quedan grabados en la memoria.
Fue durante este almuerzo cuando nos dimos cuenta de un divertido malentendido. Nuestros primos de Brasil pensaban que los Museos Vaticanos eran todo el Vaticano y que la Basílica de San Pedro debía estar incluida en ellos. Tuvimos que explicarles que la Basílica era una visita aparte y, para su sorpresa y alegría, que era gratuita.
Piazza San Pietro y la Basílica de San Pedro #
Con energías renovadas, nos dirigimos a la Piazza San Pietro. La plaza, diseñada por Bernini, es una maravilla arquitectónica en sí misma. Las columnas que la rodean parecen abrazar a los visitantes, invitándolos a acercarse a la imponente Basílica de San Pedro.
La basílica, el corazón de la cristiandad, nos recibió con su majestuosidad. Nada más entrar, a la derecha, se encuentra la Pietà de Miguel Ángel. Sin embargo, vivimos un momento surrealista cuando nuestros primos pasaron de largo sin siquiera mirarla. Cuando les preguntamos, nos confesaron que no conocían la obra. Fue una oportunidad perfecta para compartir con ellos la historia de esta escultura icónica, la única que Miguel Ángel firmó.
Continuamos nuestro recorrido por la basílica, maravillándonos con el baldaquino de Bernini, una estructura de bronce de 29 metros de altura que marca el lugar donde se cree que está enterrado San Pedro. La cúpula, diseñada por Miguel Ángel, se eleva a 136 metros sobre nuestras cabezas, un testimonio del genio arquitectónico del Renacimiento.
Aunque no subimos a la cúpula, la vista desde el suelo de la basílica era igualmente impresionante. La luz que se filtraba a través de las ventanas altas creaba un ambiente casi celestial, realzando la belleza de los mosaicos y esculturas que nos rodeaban.
Castillo de Sant'Angelo y Villa Farnesina: Vistas desde el exterior #
Aunque nuestro plan inicial incluía visitas al Castillo de Sant'Angelo y la Villa Farnesina, el tiempo y el cansancio nos obligaron a conformarnos con admirarlos desde el exterior.
El Castillo de Sant'Angelo, con su imponente estructura circular, se alzaba a orillas del Tíber. Originalmente construido como mausoleo para el emperador Adriano, su silueta nos recordaba las múltiples funciones que ha tenido a lo largo de la historia: fortaleza, prisión y ahora museo.
La Villa Farnesina, por su parte, nos cautivó con su elegante fachada renacentista. Aunque no pudimos ver los famosos frescos de Rafael en su interior, la belleza exterior del edificio y sus jardines nos dieron una idea de la opulencia de la Roma renacentista.
El encanto del Trastevere #
Nuestro recorrido continuó por el pintoresco barrio del Trastevere. Primero visitamos la Basílica de Santa María en Trastevere, una de las iglesias más antiguas de Roma. Sus mosaicos dorados y su atmósfera serena contrastan con el bullicio de las calles circundantes.
Luego, nos dirigimos a la Basílica de Santa Cecilia en Trastevere. La estatua de la santa, obra de Stefano Maderno, nos conmovió profundamente con su belleza y su historia de martirio y devoción.
Una velada en el Trastevere #
Al caer la noche, el Trastevere cobró vida. Las calles empedradas se llenaron de música y risas. Decidimos terminar nuestro día con una cena en uno de los acogedores restaurantes de la zona. Mientras saboreábamos la auténtica cocina romana, reflexionamos sobre todo lo que habíamos visto y vivido.
Este tercer día en Roma fue un viaje a través del tiempo y la fe, salpicado de momentos divertidos y reveladores con nuestra familia. Desde el esplendor del Vaticano hasta el encanto bohemio del Trastevere, cada paso nos sumergió más profundamente en la rica historia y cultura de esta ciudad incomparable. Con el corazón lleno y los pies cansados, volvimos a nuestro hotel, ansiosos por descubrir qué nuevas maravillas nos depararía Roma al día siguiente, aunque nuestra prima tuviera que enfrentarse al resto del viaje sin su teléfono.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Esenciales Urbanos
A lo largo de mis viajes, he descubierto que cada ciudad tiene un latido único, una esencia que la define. En 'Esenciales Urbanos', comparto contigo esos momentos y lugares que, para mí, capturan el alma de cada destino que he explorado.
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