En abril de 2014, emprendí un viaje por el suroeste de Francia que, sobre el papel, prometía ser fascinante. Una ruta de tres días a través de la región de Aquitania, rica en historia, cultura y belleza natural. Sin embargo, como a menudo sucede en la vida, la realidad del viaje estuvo teñida por circunstancias personales que demostraron cómo incluso los destinos más hermosos pueden verse ensombrecidos por el peso de una relación en crisis.
El telón de fondo emocional #
Antes de sumergirme en los detalles del itinerario, es importante contextualizar este viaje. Después de 16 años de relación, mi pareja y yo nos encontrábamos en un punto crítico. La tensión era palpable, y este viaje, que debería haber sido una oportunidad para reconectar, se convirtió en el catalizador de nuestra separación definitiva. Viajábamos con otras tres personas, amigos con los que solíamos compartir nuestras escapadas de Semana Santa, lo que añadía una capa adicional de complejidad a la situación.
Día 1: De Bilbao a Périgueux - El inicio de un viaje tenso #
El viaje comenzó con un largo trayecto en coche desde Bilbao hasta Périgueux. Las horas en la carretera, que normalmente habrían estado llenas de anticipación y conversación animada, se vieron marcadas por silencios incómodos y tensión apenas disimulada.
Périgueux, capital del departamento de Dordoña, es una joya arquitectónica con una historia que se remonta a la época romana. A pesar de mi estado emocional, no pude evitar apreciar:
- La catedral de Saint-Front, un impresionante ejemplo de arquitectura románico-bizantina y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
- El casco antiguo, con sus calles empedradas que narran siglos de historia.
Sin embargo, mientras recorríamos sus calles, mi mente estaba dividida entre la belleza que me rodeaba y la dolorosa realidad de mi situación personal.
Alojamiento: Hotel Mercure Périgueux Centre, donde la comodidad de la habitación contrastaba con la incomodidad emocional que sentía.
Día 2: Sarlat-la-Canéda y Bergerac - Belleza externa, tormenta interna #
Sarlat-la-Canéda #
La mañana nos llevó a Sarlat-la-Canéda, una de las ciudades medievales mejor conservadas de Francia. Sus calles doradas y plazas pintorescas parecían sacadas de un cuento, pero la magia del lugar luchaba contra la opresión que sentía internamente. A pesar de todo, no pude ignorar:
- La Place de la Liberté, corazón de la ciudad vieja, irónicamente nombrada dado que me sentía todo menos libre.
- La Catedral de San Sacerdos, una mezcla fascinante de estilos románico y gótico, donde reflexioné sobre los altibajos de las relaciones humanas a lo largo de los siglos.
- El Mercado cubierto, ubicado en una antigua iglesia, rebosante de productos locales que en otro momento me habrían entusiasmado.
Sarlat es famosa por su gastronomía, especialmente el foie gras y las trufas, pero mi apetito estaba disminuido por las circunstancias.
Bergerac #
Por la tarde, visitamos Bergerac, ciudad a orillas del río Dordoña. Famosa por su asociación con el romántico Cyrano (quien, irónicamente, nunca visitó la ciudad), Bergerac parecía burlarse de mi situación. Sin embargo, recuerdo especialmente:
- El casco antiguo (vieille ville) con sus encantadoras casas de entramado de madera.
- La estatua de Cyrano en la Place de la Myrpe, que me hizo reflexionar sobre las complejidades del amor.
- Los viñedos circundantes, productores de los famosos vinos de Bergerac, un recordatorio de que la vida sigue su curso a pesar de nuestros problemas personales.
Día 3: Regreso a Bilbao vía Burdeos y San Juan de Luz - El final de un capítulo #
Burdeos #
Nuestra primera parada fue Burdeos, capital de la región de Nueva Aquitania y centro mundial del vino. Aunque la visita fue breve, ya que habíamos estado aquí antes, pero siempre es un placer revisitar:
- La Place de la Bourse y su espejo de agua, un símbolo de la elegancia de la ciudad.
- La Catedral de San Andrés, imponente en su grandeza gótica.
- El Grand Théâtre, joya arquitectónica del siglo XVIII.
La familiaridad de estos lugares, que en otro momento habría sido reconfortante, solo servía para subrayar cuánto habían cambiado las cosas entre nosotros.
San Juan de Luz #
Nuestra última parada antes de regresar a Bilbao fue San Juan de Luz, un encantador pueblo costero vasco-francés. Aunque ya lo conocíamos de visitas anteriores, recomiendo no perderse:
- Su bahía en forma de media luna, que parecía abrazar al mar y a los visitantes por igual.
- La iglesia de San Juan Bautista, donde se casó Luis XIV, un recordatorio de que incluso los matrimonios reales tienen sus complejidades.
- La arquitectura típica vasca de sus casas, un puente entre dos culturas, como nosotros éramos un puente entre dos etapas de nuestras vidas.
El regreso y la revelación #
Al llegar a Bilbao, como una metáfora perfecta del fin de nuestra relación, mi coche se negó a arrancar. La bomba de gasolina se había estropeado, un final apropiado para un viaje que había agotado emocionalmente a todos los implicados.
Reflexiones finales #
Este viaje por el suroeste de Francia, a pesar de su innegable belleza, quedará en mi memoria como un recordatorio de cómo nuestro estado emocional puede colorear hasta las experiencias más prometedoras. La opresión y frustración que sentí durante esos días ilustran vívidamente cómo una relación deteriorada puede ensombrecer incluso los paisajes más hermosos y las ciudades más encantadoras.
Sin embargo, con el paso del tiempo, he llegado a ver este viaje como un punto de inflexión necesario. Fue el detonante que me permitió tomar la difícil pero crucial decisión de poner fin a una relación de 16 años que ya no nos hacía felices. Aunque en su momento fue doloroso, ahora lo veo como el primer paso hacia un nuevo capítulo de mi vida.
Para aquellos que puedan encontrarse en una situación similar, este relato sirve como un recordatorio de que a veces, los viajes no son solo sobre los lugares que visitamos, sino sobre los viajes internos que realizamos. La belleza de Périgueux, Sarlat, Bergerac, Burdeos y San Juan de Luz sigue ahí, esperando a ser redescubierta en un estado de ánimo más positivo.
El tiempo ha suavizado los recuerdos, permitiéndome apreciar la riqueza cultural e histórica de los lugares que visitamos, a pesar de las circunstancias. Esta experiencia me ha enseñado que, aunque una mala relación puede empañar un viaje, los recuerdos pueden ser generosos, permitiéndonos eventualmente separar el dolor personal de la belleza de los lugares visitados.
En retrospectiva, este viaje no solo marcó el fin de una relación, sino también el comienzo de un nuevo viaje personal hacia el autodescubrimiento y la felicidad. Y por eso, a pesar de todo, estoy agradecido por la experiencia y las lecciones que me brindó.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
Esenciales Urbanos
A lo largo de mis viajes, he descubierto que cada ciudad tiene un latido único, una esencia que la define. En 'Esenciales Urbanos', comparto contigo esos momentos y lugares que, para mí, capturan el alma de cada destino que he explorado.
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