Viajes lentos vs. viajes express: ¿cuál es mejor?
La eterna dicotomía del viajero moderno
Aún recuerdo vívidamente la paz y la reflexión que encontré en el Camino de Santiago en 1993. Durante 200 kilómetros, cada paso era una oportunidad para sumergirme en el entorno, conectar con otros peregrinos y descubrir rincones de España que jamás habría conocido de otra manera.
Contrasta enormemente con mi última aventura este año: un tour relámpago por Barcelona, París y Roma en apenas una semana, acompañando a unos familiares brasileños de mi pareja en su misión de "ver toda Europa" en tiempo récord. Estas dos experiencias tan dispares me han llevado a reflexionar sobre la eterna dicotomía del viajero moderno: ¿viaje lento o viaje exprés?
El frenesí de los viajes exprés: Cuando la cantidad se impone a la calidad #
En nuestra sociedad actual, donde el tiempo parece ser siempre escaso, los viajes exprés se han convertido en la norma para muchos. Vuelos de bajo coste, escapadas de fin de semana y tours que prometen ver "lo mejor de Europa en 7 días" son ahora moneda corriente.
Pienso en nuestro reciente tour por Barcelona, París y Roma. Fue una semana de locos: un día estábamos admirando la Sagrada Familia, al siguiente subiendo la Torre Eiffel, y al otro explorando el Coliseo. Sí, vimos mucho, pero ¿realmente conocimos estas ciudades?
Las dos caras de la moneda express: #
Los viajes exprés tienen sus ventajas. Para empezar, nos permiten conocer muchos lugares en poco tiempo, algo ideal para quienes tienen limitaciones de tiempo o presupuesto. En nuestro tour europeo, por ejemplo, nuestros familiares brasileños pudieron hacerse una idea de tres de las ciudades más emblemáticas de Europa en su única semana de vacaciones. Además, estos viajes pueden servir como una excelente introducción a destinos que queramos explorar más a fondo en el futuro.
Sin embargo, la otra cara de la moneda no es tan brillante. Estos viajes suelen resultar agotadores y estresantes. Recuerdo cómo, al final de cada día, caíamos rendidos en la cama del hotel, demasiado cansados incluso para procesar todo lo que habíamos visto. Además, este tipo de viajes suelen limitarse a las atracciones turísticas principales, dejando poco espacio para descubrir la verdadera esencia de un lugar o tener experiencias más auténticas con la cultura local.
La magia del viaje lento: Cuando el destino se convierte en hogar #
Por otro lado, el concepto de "slow travel" o viaje lento ha ido ganando adeptos en los últimos años. Esta filosofía, que entronca con mi experiencia en el Camino de Santiago, propone una forma más pausada y reflexiva de conocer un destino.
Mi viaje a Singapur en 2018 es un perfecto ejemplo de esto. Pasé 12 días en esta fascinante ciudad-estado y, aun así, sentí que apenas había arañado la superficie. Mientras que la mayoría de los turistas se limitan a visitar Marina Bay Sands y Gardens by the Bay en un par de días, yo tuve el lujo de explorar barrios como Tiong Bahru, descubrir hawker centers fuera de las rutas turísticas, alucinar con la isla Pulau Ubin y sumergirme en la rica diversidad cultural de la ciudad.
Los matices del viaje pausado: #
El viaje lento ofrece una serie de beneficios únicos. En primer lugar, permite una inmersión más profunda en la cultura local. En Singapur, por ejemplo, pude entender la fascinante mezcla de culturas china, malaya e india que conforman la identidad del país, algo que habría sido imposible en una visita de 48 horas. Además, el viaje lento ofrece la posibilidad de descubrir lugares fuera de los circuitos turísticos. Encontré algunos de mis restaurantes favoritos simplemente paseando sin rumbo por barrios residenciales, lejos de las guías turísticas.
Quizás lo más valioso del viaje lento es cómo reduce el estrés y permite disfrutar más plenamente de la experiencia. No había presión por ver todo en un tiempo limitado, lo que me permitió tomarme las cosas con calma, repetir visitas a lugares que me gustaron especialmente, e incluso darme el lujo de "perder" una tarde simplemente sentado en un café, observando el ir y venir de la gente.
Sin embargo, el viaje lento también tiene sus desventajas. Requiere más tiempo y, a menudo, más presupuesto, lo que puede no ser viable para todos. Además, inevitablemente, se visitan menos lugares en cada viaje.
La trampa de los viajes organizados: Lecciones de Europa del Este #
En 2001, realicé un viaje organizado por Viena, Praga y Budapest en una semana. Aunque la experiencia fue enriquecedora, también me enseñó valiosas lecciones sobre mis preferencias de viaje. El tour estaba meticulosamente planificado, con cada minuto del día programado para maximizar las visitas. Vimos los puntos destacados de cada ciudad, pero sentí que apenas tuve tiempo de absorber la atmósfera única de cada lugar.
Esta experiencia me hizo darme cuenta de que prefiero viajar por libre. Si bien los viajes organizados tienen la ventaja de la comodidad y la eficiencia, especialmente para destinos que pueden ser más desafiantes de navegar por cuenta propia, también limitan la flexibilidad y la posibilidad de descubrimientos espontáneos.
Buscando el equilibrio: Mi evolución como viajero #
A lo largo de los años, he ido encontrando mi propio equilibrio entre estas formas de viajar. He aprendido que no hay una respuesta única a la pregunta de cuál es la mejor manera de conocer un destino. Depende de muchos factores: el destino en sí, el tiempo y presupuesto disponibles, e incluso nuestro estado de ánimo en ese momento.
Ahora, cuando planifico mis viajes, intento combinar diferentes enfoques:
- Para primeras visitas a ciudades grandes, no me importa hacer un viaje más intensivo para tener una visión general.
- Cuando quiero realmente sumergirme en un lugar, planifico estancias más largas y pausadas, como hice en Singapur.
- En viajes más largos, alterno períodos de exploración intensa con días de descanso y vagabundeo sin rumbo.
- He descubierto el placer de volver a lugares que me han gustado, pero esta vez con un enfoque más pausado y profundo.
La tecnología: Una herramienta de doble filo #
Un factor que ha cambiado radicalmente nuestra forma de viajar es la tecnología. En mi Camino de Santiago de 1993, dependía de guías de papel y mapas físicos. Bueno, ¡¡y de las flechas amarillas!! Ahora, con smartphones y apps de viaje, tenemos toda la información al alcance de la mano.
Esto puede ser una bendición para los viajes exprés, permitiéndonos optimizar rutas y tiempos. Pero también puede ser una trampa, llevándonos a estar más pendientes de la pantalla que del mundo que nos rodea.
Mi consejo: usa la tecnología como herramienta, pero no dejes que dicte completamente tu experiencia. Algunos de mis mejores recuerdos de viaje vienen de momentos en los que me perdí, literal y figurativamente, en un lugar nuevo.
Conclusión: El viaje como reflejo personal #
Después de décadas viajando, desde el Camino de Santiago hasta mi tour relámpago por Europa, he llegado a la conclusión de que la mejor manera de conocer un destino es aquella que se adapta a nuestras circunstancias y deseos en cada momento. No hay una fórmula única.
Lo importante es ser consciente de lo que buscamos en cada viaje. ¿Queremos una visión general de muchos lugares o una inmersión profunda en uno solo? ¿Buscamos la adrenalina de ver mucho en poco tiempo o la paz de dejarnos llevar sin prisas?
Mi recomendación final sería: experimenta con diferentes estilos de viaje. Haz viajes exprés y viajes lentos. Y sobre todo, mantén siempre la mente y el corazón abiertos a las experiencias que cada destino te ofrece, sea cual sea tu ritmo de viaje.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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