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Más allá de lo icónico: El arte de descubrir la belleza oculta en cada destino

Desafiando la obsesión por los lugares emblemáticos en la era de Instagram

 Más allá de lo icónico: El arte de descubrir la belleza oculta en cada destino

En un mundo dominado por las redes sociales y la búsqueda incesante de la foto perfecta, el turismo moderno parece haberse reducido a una carrera por coleccionar instantáneas de los lugares más emblemáticos del planeta.

Sin embargo, ¿es esta la verdadera esencia del viaje? ¿Podemos decir que hemos "visto" París después de sacarnos una selfie frente a la Torre Eiffel?

La trampa de lo icónico #

Imagina esto: acabas de llegar a París, la Ciudad de la Luz. Tu maleta apenas ha tocado el suelo de la habitación del hotel y ya estás corriendo hacia la Torre Eiffel. Click. Una foto, dos fotos, cien fotos. Misión cumplida, ¿verdad? Has capturado el símbolo por excelencia de la capital francesa. Pero, ¿has experimentado realmente París?

Esta escena, tristemente común, ilustra una tendencia preocupante en el turismo actual. Parece que hemos reducido ciudades enteras, con siglos de historia y cultura, a una lista de verificación de monumentos famosos. La Torre Eiffel en París, el Coliseo en Roma, el Big Ben en Londres... La lista es interminable, y con cada "check" en nuestra lista, sentimos que estamos viajando. Pero, ¿es esto realmente viajar?

El encanto de lo cotidiano #

Permitidme compartir una anécdota personal. Hace unos años, visité Orihuela, una pequeña ciudad en la provincia de Alicante, en la Comunidad Valenciana. Mientras paseaba con unos amigos por sus calles empedradas, algo captó mi atención. No fue una iglesia centenaria ni un monumento histórico, sino un simple charco en el suelo. Me detuve, me arrodillé y saqué mi cámara. Mis amigos, confundidos, siguieron caminando sin darse cuenta de que me había quedado atrás.

En ese charco vi reflejada la esencia de Orihuela: las fachadas blancas de las casas, el cielo azul de la Costa Blanca, y la silueta de mis amigos alejándose. Esa foto, tomada desde un ángulo que la mayoría pasaría por alto, capturó para mí la verdadera belleza de la ciudad. Y es la foto que ilustra este artículo.

La belleza está en los ojos del que mira #

Esta experiencia en Orihuela no es única. En cada viaje, he aprendido a buscar la belleza en lo cotidiano, en los detalles que otros podrían pasar por alto. En Châteaulin, un pequeño pueblo de la Bretaña francesa, donde nos detuvimos brevemente durante un recorrido por la región, encontré encanto donde otros solo veían un lugar de paso. Mi hermano me reprochó por publicar fotos en Instagram que hacían parecer al pueblo más atractivo de lo que él consideraba. Pero, ¿no es esa la magia de viajar? Ver belleza donde otros no la ven.

Incluso en ciudades ultramodernas como Singapur, conocida por su impresionante skyline y arquitectura futurista, encontré fascinación en los detalles más pequeños. Mientras la mayoría de los turistas se agolpaban para fotografiar el imponente ArtScience Museum, yo me encontré tumbado en el suelo, captando el reflejo del edificio en un estanque de nenúfares cercano.

El viaje como expresión personal #

Lo que estas experiencias me han enseñado es que viajar no se trata solo de ver los lugares más famosos o de seguir los pasos de influencers en Instagram. Se trata de encontrar tu propia conexión con el lugar que visitas. Para algunos, esa conexión puede venir a través del deporte: imagina la emoción de un aficionado al fútbol al presenciar un partido en un estadio legendario. Para otros, podría ser la gastronomía: explorar los mercados locales y probar platos tradicionales puede ser una forma profunda de conectar con la cultura de un lugar.

En mi caso, es la fotografía la que me permite conectar con cada destino de una manera única. Caminar por las calles de una ciudad, buscando el ángulo perfecto o la luz ideal, me obliga a observar mi entorno con un ojo crítico y apreciativo. Esta búsqueda constante de belleza y singularidad hace que incluso los lugares aparentemente menos atractivos cobren vida a través de mi lente.

Más allá de los límites del turismo convencional #

Es fácil caer en la trampa de pensar que solo las grandes ciudades o los destinos turísticos famosos merecen nuestra atención. Muchas veces he tenido que defender la valía de ciudades menos conocidas como Bristol, en Inglaterra. "No hay nada que ver allí", me han dicho. Pero esa afirmación no podría estar más lejos de la verdad.

Cada ciudad, cada pueblo, cada rincón del mundo tiene algo único que ofrecer. La clave está en abrir nuestra mente y nuestros sentidos para descubrirlo. Puede ser la forma en que la luz del atardecer baña las fachadas de los edificios, el aroma del pan recién horneado que sale de una pequeña panadería, o el sonido de las campanas de una iglesia resonando por las calles estrechas.

El viaje como herramienta de crecimiento personal #

Viajar, cuando se hace con una mente abierta y un corazón curioso, se convierte en una poderosa herramienta de crecimiento personal. Nos desafía a salir de nuestra zona de confort, a cuestionar nuestras preconcepciones y a ver el mundo desde nuevas perspectivas.

Cuando dejamos de lado la lista de verificación de lugares icónicos y nos permitimos perdernos en las calles de una ciudad desconocida, es cuando realmente empezamos a viajar. Es en esos momentos inesperados, en esos descubrimientos fortuitos, donde radica la verdadera magia del viaje.

Una invitación a redescubrir el arte de viajar #

No me malinterpretéis: no hay nada inherentemente malo en querer ver los lugares icónicos. La Torre Eiffel, el Taj Mahal o la Gran Muralla China son maravillas que merecen ser admiradas. Pero no dejemos que estos monumentos famosos definan o limiten nuestra experiencia de viaje.

Os invito a ir más allá. La próxima vez que viajéis, además de visitar los lugares emblemáticos, dedicad tiempo a perderos por las calles menos transitadas. Sentaos en un café local y observad la vida cotidiana desarrollarse a vuestro alrededor. Buscad belleza en los detalles que otros podrían pasar por alto.

Y sobre todo, aplicad vuestra pasión, sea cual sea, a la experiencia del viaje. Si os gusta la fotografía, buscad ángulos únicos y juegos de luz interesantes. Si os apasiona la historia, investigad las leyendas y tradiciones locales. Si sois amantes de la gastronomía, explorad los mercados y restaurantes fuera de las rutas turísticas.

Porque al final, el verdadero valor de un viaje no se mide por la cantidad de monumentos famosos que hayamos visto, sino por cómo nos ha transformado, por las historias que podemos contar y por los recuerdos que atesoramos en nuestro corazón.

Así que la próxima vez que os encontréis en un lugar nuevo, ya sea una metrópolis bulliciosa o un tranquilo pueblo costero, recordad: la belleza está en todas partes. Solo tenemos que estar dispuestos a verla.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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