La sorpresa del viajero: ¿Investigar o no investigar el destino?
Una anécdota romana que cambió mi perspectiva
En el mundo de los viajes, nos enfrentamos constantemente a una disyuntiva: ¿cuánto deberíamos investigar sobre nuestro destino antes de partir? Esta pregunta, aparentemente simple, encierra un debate fascinante sobre cómo experimentamos nuevos lugares y culturas. Una anécdota personal durante un viaje a Roma me llevó a reflexionar profundamente sobre este tema.
El día que el Moisés pasó desapercibido #
Recuerdo vívidamente ese día en la Ciudad Eterna. Viajaba con otra pareja y, como ya conocía Roma, me había encargado de diseñar las rutas y los puntos de interés para cada jornada. Aquella mañana, nuestra primera parada era San Pietro in Vincoli. No les di más detalles; solo les dije que íbamos a ver una iglesia. En mi mente, guardaba la emoción de lo que consideraba sería la gran sorpresa del día: la imponente estatua del Moisés de Miguel Ángel.
Sin embargo, la sorpresa fue mía cuando, al entrar en la iglesia, mis compañeros de viaje se dirigieron directamente hacia el altar, ignorando por completo la majestuosa escultura. Mi incredulidad crecía por momentos. Me acerqué al Moisés, tomé algunas fotos, esperando que esto captara su atención. Pero nada. Seguían absortos en los detalles del altar, ajenos a la obra maestra que tenían a pocos metros.
La revelación inesperada #
No podía creerlo. El Moisés de Miguel Ángel es una obra que me ha cautivado desde niño cuando la vi por primera vez (aunque fuera una réplica) en el Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao. ¡Y estaba pasando completamente desapercibida para mis compañeros de viaje!. Aquella experiencia de mi infancia había plantado la semilla de una fascinación que me acompañaría toda la vida. Ver la estatua original en Roma siempre había sido uno de mis sueños cumplidos.
Pero ahí estaba yo, frente a una de las obras más importantes de Miguel Ángel, con dos personas que parecían no tener la menor idea de su existencia. Este momento me hizo darme cuenta de dos cosas:
- No todos hemos tenido el mismo acceso a la educación artística o cultural. Lo que para mí era un hito imperdible, para otros podía ser simplemente otra estatua en una ciudad llena de arte.
- La falta de investigación previa al viaje les había privado de conocer la importancia de esta obra. Una simple búsqueda sobre "qué ver en Roma" habría revelado el Moisés como una visita imprescindible.
La paradoja del viajero moderno #
Este incidente me llevó a reflexionar sobre la paradoja a la que nos enfrentamos los viajeros modernos. Por un lado, tenemos acceso a una cantidad abrumadora de información sobre cualquier destino. Guías de viaje, blogs, videos de YouTube, aplicaciones... Todo está al alcance de nuestros dedos. Podríamos, si quisiéramos, planificar cada minuto de nuestro viaje antes de poner un pie en el aeropuerto.
Por otro lado, existe esa romántica idea del viaje como aventura, como descubrimiento. La emoción de no saber qué nos depara cada esquina, cada plaza, cada edificio. ¿No es esa incertidumbre parte esencial de la experiencia del viaje?
El equilibrio entre conocimiento y sorpresa #
Quizás la clave esté en encontrar un equilibrio. Investigar lo suficiente para no perdernos las joyas imperdibles de cada destino, pero dejar espacio para la sorpresa y el descubrimiento espontáneo. Porque, si bien es cierto que mi conocimiento previo me permitió apreciar la grandeza del Moisés, también es verdad que mis compañeros de viaje experimentaron Roma de una manera completamente diferente y, quizás, igualmente válida.
La curiosidad por nuestro destino, ese impulso de investigar y aprender antes de partir, puede ser un poderoso estimulante para nuestras ansias de viajar. Nos ayuda a construir expectativas, a soñar con lo que veremos y experimentaremos. Pero también debemos estar abiertos a que la realidad supere o transforme esas expectativas.
La lección del Moisés #
Aquel día en San Pietro in Vincoli aprendí una valiosa lección. No se trata solo de ver, sino de saber mirar. De estar abiertos a la belleza y la historia que nos rodea, estemos o no preparados para ello. Porque a veces, las mayores sorpresas pueden estar justo frente a nosotros, esperando ser descubiertas.
Al final, cada viajero debe encontrar su propio equilibrio entre la preparación y la improvisación. Entre el conocimiento previo y la sorpresa del descubrimiento. Porque viajar, como la vida misma, es un constante equilibrio entre lo que sabemos y lo que estamos dispuestos a aprender.
Conclusión: La base cultural como clave del disfrute #
Al reflexionar sobre aquella experiencia en Roma y mis viajes posteriores, he llegado a una conclusión clara: personalmente creo que es fundamental tener una base cultural sobre nuestro destino para disfrutarlo adecuadamente. Si todo fuera sorpresa, correríamos el riesgo de pasar por alto joyas invaluables, como casi les sucedió a mis compañeros con el Moisés. No podríamos abarcar en su justa medida la riqueza histórica, artística y cultural que nos rodea.
Sin embargo, esto no significa que debamos planificar cada minuto de nuestro viaje o memorizar enciclopedias antes de partir. La clave está en el equilibrio. Necesitamos esa base de conocimiento para apreciar lo que vemos, para entender su contexto y su importancia. Pero también debemos dejar espacio para la improvisación, para esos descubrimientos casuales que a menudo se convierten en los recuerdos más preciados de nuestros viajes.
Y si alguna vez te encuentras frente al Moisés de Miguel Ángel en San Pietro in Vincoli, tómate un momento para admirarlo. Aprecia cómo tu conocimiento previo enriquece la experiencia, pero mantén tu mente abierta a los detalles que podrían sorprenderte. Porque en el arte de viajar, como en la vida misma, el verdadero disfrute surge cuando combinamos sabiduría con curiosidad, preparación con espontaneidad.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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