A lo largo de mis más de dos décadas viajando por el mundo, he sido testigo (y partícipe) de una auténtica revolución en la forma de hacer la maleta. Os cuento mi experiencia personal con la evolución del equipaje y cómo ha cambiado mi forma de viajar.

De los baúles pesados a la maleta con ruedas: mis primeros viajes #

Recuerdo con cierta nostalgia mi primer viaje "importante", allá por los años 90. Era una beca en un instituto de investigación tecnológica en Holanda y, como buen novato, me llevé media casa en una maleta enorme que pesaba casi tanto como yo. La arrastré por estaciones de tren, escaleras y calles empedradas, maldiciendo cada kilo extra que había metido "por si acaso".

En aquella época, viajar era sinónimo de cargar. Cuanto más llevabas, mejor preparado estabas. O eso creíamos. Mis padres aún me contaban historias de sus viajes de novios con baúles que parecían armarios portátiles. Era la herencia de una época en la que viajar era un lujo y había que ir preparado para cualquier eventualidad.

La llegada de las maletas con ruedas fue una auténtica revolución. De repente, mover 20 kilos de equipaje ya no requería ser culturista. Recuerdo la primera vez que usé una: me sentí como si estuviera haciendo trampa, era demasiado fácil.

El despertar del viajero ligero: mi experiencia en el Camino de Santiago #

Mi epifanía llegó durante mi primer Camino de Santiago. Decidí probar eso de viajar ligero y me compré una mochila de tamaño medio. Al principio, la llené hasta los topes. Pero a medida que avanzaban los días y los kilómetros, me di cuenta de que la mitad de las cosas no las usaba. Cada vez que tenía que cargar con todo eso en la espalda bajo el sol de la meseta castellana, me preguntaba: "¿Realmente necesito esto?".

Fue entonces cuando empecé a deshacerme de cosas. Cada objeto que regalaba o dejaba atrás era un peso que se quitaba de mis hombros, literalmente. Y con cada kilo que perdía mi mochila, ganaba en libertad de movimiento y en experiencias. Ya no planeaba mis etapas en función de dónde podía descansar del peso, sino de lo que quería ver y vivir en el Camino.

La era de las low-cost: cuando el equipaje se convirtió en un lujo #

El auge de las aerolíneas de bajo coste marcó otro punto de inflexión en mi relación con el equipaje. De repente, llevar una maleta en bodega costaba más que el propio billete. Recuerdo mi primer viaje a Londres con solo una mochila pequeña como equipaje de mano. Estaba convencido de que no sobreviviría con tan poco, pero resultó ser una experiencia liberadora.

Aprendí a hacer maletas como si fuera un juego de Tetris, aprovechando cada centímetro cúbico. Descubrí los rollos de compresión, las pastillas de jabón sólido y la magia de las prendas versátiles. Mi equipaje se convirtió en un ejercicio de minimalismo y eficiencia.

El minimalismo: cuando menos es realmente más #

Hoy en día, ya sea un fin de semana en París o un mes en Japón, viajo con la misma mochila de 20 litros que cabe perfectamente como "artículo personal" bajo el asiento en las aerolíneas low-cost. Al principio, mis amigos pensaban que estaba loco. "¿Cómo vas a pasar un mes con tan poco?", me preguntaban. Pero la realidad es que nunca me ha faltado nada.

Esta forma de viajar no solo me ha liberado físicamente, sino también mentalmente. Ya no me estreso por perder el equipaje o por tener que facturarlo. Puedo cambiar de planes sobre la marcha sin preocuparme por una maleta pesada. Y lo mejor de todo: me centro más en las experiencias que en las cosas.

La tecnología: ¿realmente necesitamos maletas inteligentes? #

En los últimos años, he visto cómo el mercado se ha inundado de "maletas inteligentes" con GPS, baterías y hasta motores. Aunque reconozco que son ingeniosas, no puedo evitar preguntarme si realmente las necesitamos. En mi experiencia, la mejor tecnología para viajar es la que nos permite llevar menos, no más.

Mi smartphone ha reemplazado a guías, mapas, cámaras y libros. Una batería externa es todo lo que necesito para mantenerlo cargado. El resto, para mí, son extras que añaden peso sin aportar valor real a la experiencia de viajar.

Mirando al futuro: hacia un equipaje más sostenible y tecnológico #

De cara al futuro, creo que veremos una tendencia hacia equipajes más sostenibles y tecnológicos. Materiales reciclados, diseños modulares que se adapten a diferentes necesidades, y sobre todo, ropa inteligente que necesite menos lavados o sea de secado ultrarápido. Imagino prendas que puedan adaptarse a diferentes climas o que incluso puedan cambiar de color o estilo con un simple ajuste.

Esta ropa tecnológica podría revolucionar la forma en que hacemos las maletas. Podrías llevar solo un par de prendas para un viaje de semanas, reduciendo aún más el equipaje necesario sin sacrificar la higiene o el estilo.

Conclusión: el viaje es el destino #

Mirando atrás, me doy cuenta de que la evolución de mi equipaje refleja mi propia evolución como viajero. He pasado de querer llevarlo todo "por si acaso" a disfrutar de la libertad que ofrece viajar ligero.

El equipaje, al fin y al cabo, es solo una herramienta. Lo importante es el viaje en sí, las experiencias que vivimos y las personas que conocemos. Y en mi experiencia, cuanto menos nos preocupamos por nuestras pertenencias, más espacio dejamos para que sucedan cosas maravillosas.

Así que la próxima vez que hagáis la maleta, os animo a que os preguntéis: ¿Realmente necesito esto? Puede que descubráis que, en el viaje de la vida, a veces menos es más.