Viena, la capital de Austria, es una ciudad que respira historia y cultura por los cuatro costados. Sus calles empedradas, palacios imperiales y cafés centenarios te transportan a otra época, mientras que su vibrante escena artística y musical te ancla en el presente.
Es un lugar donde la tradición y la modernidad se dan la mano, creando una atmósfera única que cautiva a todo el que la visita.
Palacio de Schönbrunn #
El Palacio de Schönbrunn es, sin duda, uno de los lugares más emblemáticos de Viena. Nada más llegar, te quedas boquiabierto ante su fachada amarilla y su imponente tamaño. ¡Menudo pedazo de palacio se montaron los Habsburgo!
Lo mejor es que no hace falta entrar para disfrutarlo. Sus jardines son una auténtica maravilla y, lo mejor de todo, ¡son gratis! Pasear por sus senderos bien cuidados, admirar las fuentes y las estatuas, y perderse entre los setos es una experiencia que no tiene precio. Si tienes suerte y vas en primavera, verás los jardines en todo su esplendor, con miles de flores de colores creando un espectáculo visual increíble.
Naschmarkt #
¿Te apetece un plan diferente? Pues date una vuelta por el Naschmarkt. Es el mercado más famoso de Viena y, te lo digo yo, una visita obligada para los amantes de la comida. El olor a especias, frutas frescas y pan recién horneado te envuelve nada más llegar.
Lo mejor es ir con hambre y picar un poco de todo. Yo probé unos dulces típicos vieneses que estaban para morirse, y unos quesos que me transportaron directamente al cielo. Además, el ambiente es genial. Verás a locales haciendo la compra, turistas curioseando y vendedores pregonando sus productos. ¡Es como un pequeño mundo en sí mismo!
Paseo por el Ring #
Si quieres conocer Viena a fondo, no hay nada como darse un buen paseo por el Ring. Esta avenida circular rodea el centro histórico y es como un museo al aire libre. A cada paso te encuentras con un edificio más impresionante que el anterior.
Empecé mi recorrido en la Ópera, un edificio precioso que me dejó con la boca abierta. Luego seguí hasta el Parlamento, con sus columnas griegas que parecen sacadas de un libro de historia. El Ayuntamiento me recordó a un castillo de cuento, con sus torres y su estilo neogótico. Y así, edificio tras edificio, acabé dando la vuelta completa sin darme ni cuenta. Lo mejor es que puedes hacerlo a tu ritmo, parando donde quieras y descubriendo rincones encantadores en el camino.
Catedral de San Esteban #
En pleno corazón de Viena se alza majestuosa la Catedral de San Esteban. Nada más verla te quedas impresionado por su tamaño y su tejado de colores, que brilla como si fuera de caramelo bajo el sol.
Lo primero que hice fue rodearla para admirar todos sus detalles. Cada esquina, cada gárgola, cada ventana tiene su propia historia. Luego entré y, madre mía, qué diferencia. El interior es oscuro y misterioso, con esas columnas altísimas que parecen perderse en el cielo. Me encantó el contraste entre el bullicio de la plaza y el silencio respetuoso del interior. Si tienes tiempo y ganas, puedes subir a la torre. Yo lo hice y, aunque acabé con las piernas temblando, las vistas de Viena desde arriba merecieron cada escalón.
Museo de Historia del Arte #
Vale, ya sé que he dicho que prefiero los paseos a las atracciones de pago, pero el Museo de Historia del Arte es una excepción que merece la pena. Este edificio imponente alberga una de las colecciones de arte más importantes del mundo, y te lo dice alguien que no es precisamente un experto en arte.
Lo que más me gustó es que no solo tienen cuadros, sino también esculturas, joyas y todo tipo de objetos históricos. Me pasé horas admirando obras de Velázquez, Rembrandt y Vermeer. Hay una sala con cuadros de Bruegel el Viejo que me dejó fascinado, con esos paisajes llenos de personajes haciendo mil cosas diferentes. Y si te cansas de tanto arte, el edificio en sí es una obra maestra. ¡Hasta el café del museo es una preciosidad!
Prater #
¿Necesitas un descanso de tanta cultura? Pues date una vuelta por el Prater. Este parque de atracciones es una institución en Viena, y te aseguro que es divertidísimo tanto si vas con niños como si no. Lo primero que ves al llegar es la famosa noria gigante, que parece sacada de una postal antigua.
Yo me monté en la noria y, aunque al principio me dio un poco de vértigo, las vistas de Viena desde arriba son espectaculares. Luego me di una vuelta por el parque, probando algunas atracciones y disfrutando del ambiente festivo. Lo mejor es que la entrada es gratuita, solo pagas por las atracciones que quieras probar. Al atardecer, con todas las luces encendidas, el Prater se convierte en un lugar mágico. ¡Ah! Y no te vayas sin probar un Langos, una especie de pan frito típico que está para chuparse los dedos.
Hundertwasserhaus #
Si buscas algo completamente diferente, no puedes perderte la Hundertwasserhaus. Este edificio de viviendas sociales diseñado por el artista Friedensreich Hundertwasser es como un cuadro hecho realidad. Nada más verlo te quedas flipando: fachadas de colores, ventanas de diferentes tamaños, árboles creciendo desde los balcones... ¡Es una locura!
Aunque no se puede entrar (al fin y al cabo, es un edificio de viviendas), dar una vuelta por los alrededores es toda una experiencia. Me encantó ver cómo Hundertwasser integraba la naturaleza en la arquitectura, con esos árboles saliendo de las ventanas y las plantas trepando por las paredes. Es como si el edificio estuviera vivo. Justo enfrente hay una especie de centro comercial diseñado también por él, donde puedes tomar algo y comprar recuerdos si te apetece.
Belvedere #
El Belvedere es otro de esos lugares que te dejan sin palabras. Se trata de un conjunto de dos palacios barrocos rodeados de jardines preciosos. Yo empecé paseando por los jardines, que son una maravilla con sus fuentes, esculturas y parterres perfectamente cuidados. Es el sitio perfecto para hacer fotos o simplemente sentarse en un banco a disfrutar del sol.
Luego entré en el Belvedere Superior, que alberga una colección de arte impresionante. Lo más famoso es "El beso" de Klimt, que me dejó alucinado. Verlo en persona es muy diferente a verlo en fotos, ¡brilla de verdad! Pero además de Klimt, tienen obras de Schiele, Van Gogh y muchos otros. Lo bueno es que, aunque decidas no entrar en los museos, los exteriores y los jardines son gratis y merecen mucho la pena.
Paseo por el Danubio #
Para terminar el día, nada mejor que un paseo relajado por las orillas del Danubio. Este río es como la columna vertebral de Viena, y sus riberas son el lugar perfecto para desconectar del bullicio de la ciudad. Yo fui al atardecer y el espectáculo de colores reflejándose en el agua fue increíble.
Hay un montón de sitios donde sentarse a tomar algo o simplemente a contemplar el paso de los barcos. Si vas en verano, verás a mucha gente haciendo picnic o tomando el sol en las zonas verdes. Una de las cosas que más me gustó fue ver cómo los vieneses disfrutan de su río: hay gente haciendo deporte, paseando al perro o simplemente charlando con los amigos. Es como si el Danubio fuera el patio de recreo de la ciudad. Y si te animas, puedes coger uno de los barcos turísticos que hacen recorridos por el río. Yo no lo hice, pero dicen que las vistas de la ciudad desde el agua son espectaculares.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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