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Reykjavík

La capital del fuego y el hielo

Reykjavík

Reykjavík, la capital de Islandia, es una ciudad que desafía las expectativas. A pesar de ser la ciudad más septentrional del mundo, rebosa de vida y color. Sus calles están salpicadas de casas de colores brillantes, y el contraste entre la modernidad urbana y la naturaleza salvaje que la rodea es simplemente asombroso.

En Reykjavík, el día puede comenzar con un baño en aguas termales y terminar admirando la danza de las auroras boreales en el cielo nocturno.

Hallgrímskirkja #

La imponente iglesia de Hallgrímskirkja es, sin duda, el edificio más emblemático de Reykjavík. Su diseño, inspirado en las columnas de basalto que se forman cuando la lava se enfría, es un homenaje a la naturaleza volcánica de Islandia. Recuerdo la primera vez que la vi: me quedé boquiabierto ante su majestuosidad.

Lo mejor es subir a la torre de la iglesia. Desde allí, las vistas de la ciudad son espectaculares. Los tejados de colores se extienden hasta el mar, con las montañas nevadas de fondo. Es un panorama que te hace sentir pequeño y, al mismo tiempo, parte de algo grandioso.

Paseo por el puerto viejo #

El puerto viejo de Reykjavík es el corazón de la ciudad. Aquí, el olor a mar se mezcla con el aroma del pescado fresco y el café recién hecho. Me encanta pasear por sus muelles, observando los barcos pesqueros y los yates de lujo que comparten las mismas aguas.

Un día, mientras caminaba por allí, tuve la suerte de ver a un grupo de pescadores descargar su captura del día. Verlos trabajar me hizo apreciar aún más el pescado que más tarde degustaría en uno de los restaurantes cercanos. El puerto es también un gran lugar para avistar aves marinas y, si tienes suerte, incluso podrías ver alguna ballena en la distancia.

Harpa Concert Hall #

El Harpa Concert Hall es una obra maestra arquitectónica que no puedes perderte. Su fachada de cristal, diseñada por el artista Olafur Eliasson, parece cambiar de color con la luz del día. Por la noche, cuando está iluminado, es simplemente mágico.

Aunque los conciertos pueden ser caros, vale la pena entrar solo para admirar el interior. Los espacios abiertos y las escaleras que parecen flotar en el aire te hacen sentir como si estuvieras dentro de un instrumento musical gigante. Si tienes la oportunidad, intenta asistir a uno de los conciertos gratuitos que a veces se ofrecen en el vestíbulo.

Parque Tjörnin #

El lago Tjörnin, en el corazón de Reykjavík, es un oasis de tranquilidad en medio de la ciudad. En verano, es el lugar perfecto para un picnic o para alimentar a los patos (aunque te recomiendo que uses comida especial para aves en lugar de pan).

Lo que más me gusta de este parque es cómo cambia con las estaciones. En invierno, el lago se congela y se convierte en una pista de patinaje natural. Ver a los locales deslizarse sobre el hielo, con el ayuntamiento de fondo, es una estampa típicamente islandesa que no olvidaré.

Museo Nacional de Islandia #

Si quieres entender la historia y la cultura islandesa, el Museo Nacional es una parada obligatoria. Lo que más me impresionó fue cómo logran contar la historia de la isla desde los primeros asentamientos hasta la actualidad de una manera tan viva y accesible.

Hay piezas fascinantes, como los antiguos manuscritos vikingos o las réplicas de las casas de turba tradicionales. Pero lo que realmente me cautivó fueron las historias personales que acompañan a muchos de los objetos. Te hacen sentir una conexión real con las personas que vivieron aquí hace siglos.

Piscina de Laugardalslaug #

¿Quieres vivir una experiencia verdaderamente islandesa? Visita la piscina pública de Laugardalslaug. Puede parecer extraño recomendar una piscina, pero en Islandia, estas instalaciones son mucho más que un lugar para nadar. Son centros sociales donde los locales se reúnen para relajarse y charlar.

Lo mejor son las piscinas de agua caliente geotermal. Sumergirte en estas aguas mientras fuera hace un frío que pela es una sensación indescriptible. Y si eres valiente, puedes probar el contraste térmico saltando a la piscina fría. ¡Te aseguro que es una experiencia revitalizante!

Escalada al monte Esja #

Para los amantes de la naturaleza, una excursión al monte Esja es imprescindible. Aunque técnicamente está fuera de la ciudad, es fácilmente accesible en transporte público. La subida puede ser desafiante, pero las vistas desde la cima son incomparables.

Recuerdo haber hecho esta caminata en un día nublado. A medida que subíamos, atravesamos las nubes y de repente, al llegar a la cima, el sol brillaba sobre un mar de nubes a nuestros pies. Reykjavík se asomaba a lo lejos, como una isla en un océano blanco. Fue un momento mágico que resumía perfectamente la belleza salvaje de Islandia.

Mercado de pulgas de Kolaportið #

Si buscas una experiencia más local y menos turística, no te pierdas el mercado de pulgas de Kolaportið. Este mercado cubierto, que solo abre los fines de semana, es un tesoro de curiosidades y antigüedades.

Aquí puedes encontrar de todo, desde ropa vintage hasta libros antiguos en islandés. Pero lo que más me gusta es la sección de comida. Aquí puedes probar delicias locales como el hákarl (tiburón fermentado) o el hrutspungar (testículos de carnero ahumados). No son para todos los paladares, ¡pero sin duda son una experiencia culinaria única!

Playa de Nauthólsvík #

Termino esta lista con algo que puede parecer una locura: una playa en Islandia. La playa de Nauthólsvík es una playa geotérmica artificial donde el agua caliente de las fuentes termales se mezcla con el frío mar del Atlántico Norte.

Aunque el agua sigue estando bastante fría para los estándares mediterráneos, es una experiencia refrescante en verano. Y si el mar te parece demasiado frío, siempre puedes retirarte a las bañeras de agua caliente en la orilla. Ver el atardecer desde aquí, con las montañas de fondo y los barcos en la bahía, es la manera perfecta de terminar un día en Reykjavík.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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