Oslo, la capital de Noruega, es una ciudad que sorprende a cada paso. Enclavada entre colinas boscosas y el fiordo que lleva su nombre, Oslo combina a la perfección la naturaleza exuberante con una arquitectura vanguardista y una escena cultural vibrante.
Esta metrópolis nórdica, a menudo eclipsada por sus vecinas escandinavas, esconde tesoros que la convierten en un destino imprescindible para los amantes de los viajes auténticos.
Parque Vigeland #
El Parque Vigeland es, sin duda, uno de los lugares más fascinantes que he visitado en Oslo. Nada más entrar, te encuentras rodeado de cientos de esculturas de bronce y granito, todas ellas obra del artista Gustav Vigeland. Lo que más me impresionó fue el monolito central, una columna de 17 metros de altura formada por cuerpos humanos entrelazados.
Recorrer el parque es como adentrarse en un mundo surrealista. Las figuras, que representan el ciclo de la vida, van desde bebés enfadados hasta ancianos pensativos, pasando por parejas abrazadas. Me encantó sentarme en uno de los bancos y observar cómo los locales hacían picnic entre las obras de arte, como si fuera lo más normal del mundo.
Museo de Barcos Vikingos #
¿Quién no ha soñado alguna vez con ser un vikingo? En el Museo de Barcos Vikingos de Oslo pude cumplir (en parte) ese sueño de la infancia. Lo primero que me impactó al entrar fue el tamaño real de estas embarcaciones milenarias. El barco de Oseberg, el mejor conservado, es una auténtica maravilla de la ingeniería naval antigua.
Me fascinó descubrir los detalles de la vida cotidiana vikinga a través de los objetos encontrados en los barcos: peines, herramientas, joyas... Incluso hay un carruaje ornamentado que parece sacado de un cuento de hadas. La visita al museo me hizo reflexionar sobre lo avanzada que era esta civilización, mucho más allá de la imagen de guerreros bárbaros que a menudo tenemos.
Ópera de Oslo #
La Ópera de Oslo es, sin duda, uno de los edificios más sorprendentes que he visto nunca. Parece un iceberg emergiendo de las aguas del fiordo. Lo mejor es que puedes subir por su tejado inclinado hasta la cima, desde donde las vistas de la ciudad y el mar son espectaculares.
Una tarde, decidí llevarme un bocadillo y sentarme en el tejado a ver la puesta de sol. Fue una experiencia mágica ver cómo los últimos rayos del día se reflejaban en el mármol blanco y el cristal del edificio. Y lo mejor es que no tuve que pagar ni un céntimo por disfrutar de uno de los mejores miradores de Oslo.
Isla de Bygdøy #
Coger el ferry hasta la península de Bygdøy es como hacer una pequeña escapada de la ciudad sin salir de ella. Este barrio residencial alberga algunos de los mejores museos de Oslo, pero lo que más me gustó fue perderme por sus callejuelas tranquilas y sus playas.
Recuerdo especialmente un paseo por el bosque de Bygdøy, donde me encontré con varias cabras pastando libremente. ¡En plena ciudad! También disfruté mucho visitando la granja tradicional noruega que hay en la isla. Ver cómo era la vida rural en Noruega hace siglos fue como viajar en el tiempo.
Holmenkollen #
Si hay un lugar en Oslo que me dejó literalmente sin aliento, ese fue Holmenkollen. Este trampolín de saltos de esquí es visible desde casi cualquier punto de la ciudad, pero nada te prepara para la sensación de vértigo cuando estás arriba del todo.
Subí en el ascensor hasta la plataforma de observación y, aunque no soy muy amigo de las alturas, la vista panorámica de Oslo y el fiordo me compensó con creces el miedo. Me impresionó pensar en los esquiadores que se lanzan desde ahí en las competiciones. ¡Hay que tenerlos bien puestos! El museo del esquí que hay en la base del trampolín también merece una visita para entender la importancia de este deporte en la cultura noruega.
Parque Escultórico de Ekeberg #
El Parque Escultórico de Ekeberg es uno de esos lugares que descubrí por casualidad y que se convirtió en uno de mis favoritos de Oslo. Situado en una colina con vistas espectaculares sobre la ciudad, este parque combina naturaleza y arte de una forma única.
Me encantó pasear entre los árboles y encontrarme de repente con esculturas modernas de artistas de renombre internacional. Algunas son divertidas, otras inquietantes, pero todas invitan a la reflexión. Mi favorita fue "El Grito" de Marina Abramović, inspirada en el famoso cuadro de Munch. Sentarme en esa escultura mirando al fiordo, en el mismo lugar donde Munch se inspiró para su obra maestra, fue un momento mágico.
Barrio de Grünerløkka #
Si quieres sentir el pulso más joven y alternativo de Oslo, no puedes perderte Grünerløkka. Este barrio me recordó un poco al Shoreditch de Londres o al Kreuzberg de Berlín, pero con ese toque escandinavo tan particular.
Me encantó perderme por sus calles llenas de tiendas vintage, cafeterías acogedoras y murales coloridos. Un sábado por la mañana, di con el mercadillo de Birkelunden, donde compré algunas antigüedades nórdicas como recuerdo. Por la noche, el ambiente en los bares de jazz y las cervecerías artesanales es inmejorable. ¡Ojo con la cerveza noruega, que es más fuerte (y más cara) de lo que parece!
Río Akerselva #
El río Akerselva es como una vena verde que atraviesa Oslo de norte a sur. Hacer el recorrido completo a pie o en bici es una forma genial de conocer diferentes caras de la ciudad, desde los barrios residenciales del norte hasta las zonas más industriales del sur.
Lo que más me gustó fueron las numerosas cascadas que te vas encontrando por el camino. Algunas son pequeñas, otras más imponentes, pero todas aportan una banda sonora relajante al paseo. También me sorprendió ver a gente pescando salmones en pleno centro de la ciudad. En verano, incluso puedes ver a los locales bañándose en algunas pozas del río.
Akershus Fortress #
La fortaleza de Akershus es como un viaje en el tiempo en pleno centro de Oslo. Esta ciudadela medieval ha sido testigo de gran parte de la historia de Noruega, y pasear por sus murallas te hace sentir como un personaje de "Juego de Tronos".
Lo que más me impresionó fueron las vistas sobre el fiordo de Oslo desde lo alto de las murallas. Ver los ferries y veleros navegando con el casco viejo de la ciudad de fondo es una imagen que se me quedó grabada. También disfruté mucho visitando las estancias reales y la iglesia del castillo. Y lo mejor es que la entrada al recinto exterior es gratuita, así que puedes pasar un buen rato explorando sin gastar un céntimo.
Juanjo Marcos
Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.
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