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Innsbruck

La maravilla alpina de Austria

Innsbruck

Enclavada en el corazón del Tirol austríaco, Innsbruck es una ciudad que te roba el aliento nada más llegar. Con sus majestuosas montañas como telón de fondo y su casco antiguo rebosante de historia, esta pequeña urbe alpina ofrece una mezcla perfecta entre naturaleza y cultura.

Conocida por haber sido sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en dos ocasiones, Innsbruck combina el encanto de una ciudad imperial con el ambiente relajado de un destino de montaña. Sus calles empedradas, palacios barrocos y modernos teleféricos te invitan a explorar una ciudad donde el pasado y el presente conviven en armonía.

Paseo por la Maria-Theresien-Strasse #

La Maria-Theresien-Strasse es el corazón palpitante de Innsbruck y, sin duda, el mejor lugar para empezar nuestra visita. Esta amplia avenida peatonal es como un museo al aire libre, flanqueada por edificios barrocos de colores pastel que te transportan a otra época.

Lo que más me llamó la atención fue cómo la calle parece cambiar con la luz del día. Por la mañana, los rayos del sol iluminan las fachadas creando un espectáculo de colores, mientras que al atardecer, las montañas proyectan su sombra sobre la avenida, dándole un aire misterioso y romántico. No te pierdas la Columna de Santa Ana en el centro de la calle, un monumento que conmemora la retirada de las tropas bávaras en 1703. Es el lugar perfecto para sentarte un rato, tomar un café y observar el ir y venir de la gente.

El Tejadillo de Oro (Goldenes Dachl) #

El Tejadillo de Oro es, sin lugar a dudas, el emblema de Innsbruck. Este pequeño balcón con su tejado cubierto de 2.657 tejas de cobre dorado es mucho más impresionante en persona de lo que puedas imaginar. Fue construido para el emperador Maximiliano I a principios del siglo XVI, y sirvió como palco real para observar los eventos que se celebraban en la plaza.

Lo que más me fascinó fue descubrir los relieves que decoran la fachada del edificio. Representan escenas de la vida del emperador y son una auténtica joya del arte gótico tardío. Si tienes la oportunidad, te recomiendo que lo visites tanto de día como de noche. Bajo la luz del sol, las tejas brillan como el oro que les da nombre, pero por la noche, iluminado, tiene un aire mágico que te transporta a los tiempos imperiales.

Subida al Bergisel #

Para los amantes de las vistas panorámicas y la arquitectura moderna, la visita al trampolín de saltos de esquí de Bergisel es imprescindible. Aunque pueda parecer una atracción solo para deportistas, te aseguro que la experiencia vale la pena para cualquier visitante.

El teleférico te lleva hasta la cima en cuestión de minutos, y una vez arriba, te encuentras con una estructura futurista diseñada por la famosa arquitecta Zaha Hadid. Lo mejor es subir a la terraza de observación. Desde allí, la vista de Innsbruck y el valle del Inn es simplemente espectacular. Puedes ver toda la ciudad a tus pies, rodeada por el impresionante telón de fondo de los Alpes. Es uno de esos momentos en los que te das cuenta de lo pequeños que somos en comparación con la grandeza de la naturaleza.

Si tienes suerte, aunque no fué mi caso, podrás ver a los saltadores entrenando. Ver a estos atletas lanzarse al vacío desde tan cerca debe ser una experiencia que te pone los pelos de punta. Aunque la subida tiene un coste, creo que merece la pena por las vistas y la experiencia única que ofrece.

Hofgarten #

Después de tanto ajetreo urbano, el Hofgarten se presenta como un remanso de paz en pleno centro de Innsbruck. Este jardín imperial, creado en el siglo XV, es el lugar perfecto para desconectar y disfrutar de la naturaleza sin salir de la ciudad.

Lo que más me gustó del Hofgarten fue su diversidad. Tiene zonas de césped perfectas para tumbarse a leer un libro o hacer un picnic, jardines de estilo francés con geométricos parterres de flores, y hasta un pequeño estanque con patos. Los árboles centenarios proporcionan una sombra agradable en los días calurosos de verano, y en otoño, el parque se viste con unos colores espectaculares.

No te pierdas el pabellón de música en el centro del parque. Si tienes suerte, como nos pasó a nosotros, podrás disfrutar de un concierto improvisado de algún músico local. Sentados en un banco, escuchando música clásica con los Alpes de fondo, tuvimos uno de esos momentos mágicos que hacen que un viaje sea inolvidable.

Hofkirche y la Tumba de Maximiliano I #

La Hofkirche o Iglesia de la Corte es uno de esos lugares que te dejan sin palabras. Aunque desde fuera pueda parecer una iglesia más, su interior guarda uno de los tesoros más impresionantes de Innsbruck: la tumba del emperador Maximiliano I.

Nada más entrar, lo que más llama la atención son las 28 estatuas de bronce de tamaño natural que rodean el cenotafio. Estas figuras, conocidas como los "Hombres Negros", representan a los antepasados y héroes del emperador. Cada una es una obra de arte en sí misma, con un nivel de detalle asombroso. Me pasé un buen rato observando las expresiones de sus rostros y los intrincados detalles de sus armaduras.

El cenotafio en sí es una maravilla del arte renacentista. Está decorado con relieves de mármol que narran episodios de la vida del emperador. Lo curioso es que, a pesar de toda esta grandeza, Maximiliano I no está enterrado aquí. Su tumba real está en Wiener Neustadt, pero eso no le resta ni un ápice de majestuosidad a este monumento.

Mercado de Markthalle #

Para los amantes de la gastronomía como yo, el Mercado de Markthalle es una parada obligatoria. Este mercado cubierto, situado a orillas del río Inn, es el lugar perfecto para sumergirse en los sabores y aromas de la cocina tirolesa.

Lo que más me gustó de este mercado fue su autenticidad. No es un lugar pensado para turistas, sino un mercado de verdad donde los locales hacen su compra diaria. Los puestos rebosan de productos frescos: frutas y verduras de colores vibrantes, quesos de montaña con aromas intensos, embutidos tradicionales que te hacen la boca agua... Es un festín para los sentidos.

Mi consejo es que te dejes llevar y pruebes algunas especialidades locales. Nosotros compramos un trozo de Speck (un jamón ahumado típico de la región) y un queso de montaña, y nos hicimos un picnic improvisado a orillas del río. Fue una de las comidas más sencillas pero más memorables de nuestro viaje.

Paseo por el barrio de Hötting #

Si quieres alejarte un poco del bullicio turístico del centro, te recomiendo que te des una vuelta por el barrio de Hötting. Situado en la orilla norte del Inn, este barrio residencial ofrece una visión más auténtica y cotidiana de Innsbruck.

Lo que más me gustó de Hötting fue su ambiente tranquilo y su arquitectura tradicional. Las casas, con sus fachadas de colores pastel y sus balcones llenos de flores, parecen sacadas de un cuento. El barrio está salpicado de pequeñas plazas y fuentes que invitan a sentarse y disfrutar del ritmo pausado de la vida local.

No te pierdas la iglesia gótica de Hötting, con su característica torre puntiaguda. Desde allí, puedes subir por callejuelas empinadas hasta el mirador de Gramartboden. Las vistas de Innsbruck desde aquí son espectaculares y mucho menos concurridas que otros puntos panorámicos de la ciudad.

Nordkettenbahnen #

Para los amantes de la naturaleza y las vistas panorámicas, el Nordkettenbahnen es una experiencia imprescindible. Este sistema de teleféricos te lleva desde el centro de Innsbruck hasta las cumbres de la cadena montañosa Nordkette en cuestión de minutos.

El viaje en sí ya es toda una aventura. Empiezas en la estación del Congress, diseñada por la famosa arquitecta Zaha Hadid. Sus formas orgánicas y futuristas contrastan de manera fascinante con las montañas que se alzan detrás. El primer tramo te lleva hasta Hungerburg, donde ya puedes disfrutar de unas vistas impresionantes de la ciudad.

Pero lo mejor está por llegar. El siguiente teleférico te lleva hasta Seegrube, a 1.905 metros de altura. Aquí, la vista de Innsbruck y el valle del Inn te deja sin aliento. En invierno, esta zona se llena de esquiadores, pero en verano es el punto de partida perfecto para hacer senderismo. Nosotros nos aventuramos a subir hasta Hafelekar, el punto más alto a 2.256 metros. El esfuerzo valió la pena: la sensación de estar literalmente en la cima del mundo es indescriptible.

Amanecer en el río Inn #

Para terminar, te propongo una experiencia que, aunque sencilla, fue uno de los momentos más mágicos de nuestro viaje a Innsbruck: ver amanecer junto al río Inn. Sé que madrugar de vacaciones no es lo más apetecible, pero te aseguro que merece la pena.

Nos levantamos antes del alba y nos dirigimos al puente de Innbrücke. A esa hora, la ciudad aún dormía y solo se escuchaba el murmullo del río. Poco a poco, el cielo empezó a teñirse de tonos rosados y anaranjados, reflejándose en las aguas del Inn. Las fachadas de colores de las casas que bordean el río cobraron vida con los primeros rayos de sol, creando un espectáculo de luz y color.

Lo más impresionante fue ver cómo las montañas, que hasta entonces eran solo siluetas oscuras, empezaron a iluminarse desde sus picos nevados hacia abajo. Es en momentos como este cuando realmente aprecias la belleza natural que rodea a Innsbruck. Después del amanecer, aprovechamos para dar un paseo por la orilla del río. Las calles empezaban a cobrar vida, con los primeros madrugadores saliendo a correr o a pasear a sus perros. Fue una manera perfecta de despedirnos de esta ciudad alpina que, en solo unos días, nos había robado el corazón.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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